La explotación ilícita de recursos naturales en las zonas en conflicto tiene efectos directos y significativos sobre los niños. Estos saqueos están sustrayéndoles deliberadamente sus derechos inalienables a la educación, la salud y el desarrollo. Los niños son explotados como mano de obra barata y se les obliga a trabajar en condiciones insalubres y peligrosas con consecuencias devastadoras para su futuro. Además, esta práctica se ha convertido en uno de los mecanismos principales para alimentar y prolongar los conflictos en que los niños son las víctimas que más sufren.
Las guerras por ventajas económicas han generado economías de guerra complejas y en muchos casos han internacionalizado el conflicto armado. Por ese motivo, la comunidad internacional enfrenta el importante desafío de reaccionar ante ellas, incluso mediante la aplicación de medidas selectivas. Los regímenes de sanciones y otras medidas deben ser cada vez más elaboradas y multifacéticas a fin de incidir en quienes inician el conflicto, lo alimentan o se benefician con él de alguna manera. También es necesario que las empresas e industrias que se benefician del comercio ilícito de recursos naturales asuman mayores responsabilidades institucionales.



